Analisis del GP Belgica 2010 F1
Analisis del GP Belgica 2010 F1
¿Pista seca o mojada? ¿Neumáticos de lluvia o lisos? ¿Parar en boxes o seguir? Spa ha jugado con la Fórmula 1 y ha puesto a prueba la inteligencia de los estrategas. Que Hamilton se saliera de pista dos veces y ganara la carrera contrasta con el abandono de Fernando Alonso, en plena remontada tras el choque de Barrichello.
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Al final es cuestión de ver la misma pista, la misma carrera y las mismas situaciones desde cristales diferentes. Y si esos cristales están mojados… mejor que mejor.
Esto no es una locura; esto es Fórmula 1
Ni conducto de aire, ni difusores, ni escapes que soplan… Spa ha vuelto a ser protagonista por algo que últimamente se está olvidando en la Fórmula 1: los pilotos. En Fórmula 1 siempre se ha hablado de técnica, de soluciones ingeniosas, de aerodinámica, de inventos en los monoplazas… Pero últimamente nos estábamos aburriendo de tantos tecnicismos, de tantas soluciones al límite de la legalidad, de tantas acusaciones de que un alerón se flexiona un milímetro más de lo permitido, de que el conducto de aire es imprescindible, de que los escapes por aquí, de que el morro por allá…
Ya echábamos de menos el deporte en estado puro, la pericia de los pilotos sobre una pista construida cuando a los deportistas se les valoraba por encima de su montura. Spa se ha encargado de probarlos, regalando esporádicas lluvias para poner a prueba no sólo a los pilotos, sino a los equipos y sus estrategias. El resultado ha sido una carrera memorable, impredecible, bonita y dura, muy dura, que acabó ganando Lewis Hamilton, recuperando el liderato del mundial para desgracia de Red Bull, cuyos pilotos destilaron decepción y bochorno a partes iguales; Mark Webber, arruinando su salida; Sebastian Vettel, con un error garrafal que acabó con la carrera, de rebote, de Jenson Button. Adelantamientos, derrapadas, toques, salidas de pista…
Esto no es una locura; tendemos a decir que ha sido una carrera loca en cuanto caen cuatro gotas, se producen adelantamientos o dos pilotos chocan entre sí. Si realmente fuera así, ojalá la Fórmula 1 estuviera siempre loca y se mantuviera lejos del manicomio. Porque, al final de todo, nos olvidamos de que el dispositivo automático que hace ganar y perder más tiempo, que saca más o menos ventaja por vuelta, que decide una carrera sobre un rival… es el propio piloto. Siempre y cuando la FIA y sus dichosas, absurdas e inoportunas investigaciones no lo impidan.
¿Coche de seguridad o de aburrimiento?
El vaso puede estar medio vacío… o medio lleno. ¿Qué hace el coche de seguridad saliendo a la pista cada dos por tres? Antes, en los 90, a penas hacía acto de presencia. Ayer, en la segunda vuelta, cuando la carrera estaba en pleno auge, con luchas y adelantamientos, con la lluvia desafiando las ruedas lisas de los primeros clasificados, el coche de seguridad saltó a la pista abortando unas primeras vueltas que habrían sido de infarto, con paradas en boxe incluidas.
El motivo era la grúa que estaba sacando de la pista el destrozado Williams de Barrichello, situado justo en la entrada a boxes. En los muchos años que llevamos siguiendo la Fórmula 1 siempre hemos justificado casi cualquier acción en post de la seguridad, sobre todo de los comisarios que trabajan a pie de pista y se juegan la vida. Pero lo cierto es que, en un circuito de siete kilómetros, una bandera amarilla señalizada con suficiente antelación (sobre todo en una zona de baja velocidad como la última curva) quizá hubiera sido suficiente. De hecho, para eso sirve la bandera amarilla: peligro, prohibición de adelantamiento, obligación de reducir la velocidad y extremar las precauciones porque hay un coche accidentado o personal trabajando en la zona.
Pero la bandera amarilla, poco a poco, se va extinguiendo y deja paso, a la menor oportunidad, al coche de seguridad, que siempre altera de forma artificial el desarrollo de la carrera, la distancia ganada por algún piloto o la estrategia de un equipo. Pasó igual en los últimos compases de la carrera, cuando Fernando Alonso se estrelló y su monoplaza quedó cruzado en mitad de la pista. Es verdad que el Ferrari estaba en mitad de la pista y a penas había sitio para que pasara un coche. Pero los comisarios tardaron sólo un minuto en retirarlo del asfalto.
Tres minutos después, ya estaba al otro lado de las protecciones. Aún así, los comisarios mantuvieron el coche de seguridad una vuelta más, es decir, tres minutos y medio innecesarios. En total: siete minutos menos de carrera (tres vueltas de nada más y nada menos que siete kilómetros de longitud: más de veinte kilómetros menos de carrera). Antaño, una bandera amarilla habría sido suficiente. Los pilotos respetaban el peligro y escuchaban los avisos por radio de sus equipos. Reducían en el punto conflictivo y la carrera continuaba en el resto del circuito.
Hoy, sin embargo, sale el coche de seguridad y se carga las últimas vueltas de una carrera emocionante. Como decíamos, comprendemos perfectamente que un coche de seguridad evita sustos o desgracias de las que luego nos arrepentiríamos (recuerden que en Nürburgring, en 2007, Liuzzi casi embistió al propio coche de seguridad con la carrera neutralizada), pero la FIA tiene que comprender que el espectáculo se diluye cada vez que el Mercedes SLS AMG nos roba alguna vuelta de competición.
Salirse de la pista: mejor que ir por dentro
Diez coches no pudieron detenerse a tiempo en la última curva de la primera vuelta. Lewis Hamilton fue el primero en salirse recto, seguido de su compañero de equipo, que luchaba rueda contra rueda con el Renault de Robert Kubica. Por detrás, Felipe Massa y Mark Webber también se saltaron la última chicane de la Parada del Autobús. De todos ellos, sólo Jenson Button trató de enmendar el error recuperando la trazada de forma legal, es decir: en vez de acelerar tirando recto, por la línea más rápida hacia meta, regresó al vértice de la curva para trazar correctamente la entrada a meta. ¿Resultado? Kubica, Massa y Vettel le adelantaron por fuera de la pista.
Algo muy parecido le pasó a Fernando Alonso: al ver el percal y la difícil frenada, controló el monoplaza y evitó salirse, quedándose dentro de la pista esperando para trazar por dentro. Eso le costó ser alcanzado por Rubens Barrichello que, completamente descontrolado, no pudo frenar a tiempo. Paradójicamente, si Alonso se hubiera salido de la pista y hubiera seguido recto, como hizo todo el mundo delante de él, habría evitado la colisión que hipotecó el resto de su carrera. De hecho, ningún coche que se salió de la pista en ese lugar (excepto Barrichello y Alonso por el choque entre ellos) abandonó; alguno que otro incluso ganó algún puesto.
Y, de hecho, Hamilton (el primero en salirse) ganó la carrera. Esto lo cuentas hace quince años y no se lo cree nadie. De seguir esta tendencia en las escapatorias asfaltadas, la FIA debería pintar carriles de aceleración e incorporación a la pista, semáforos, señales de ceda el paso… Absurdo.
La carrera de Alonso terminó en la primera vuelta
La remontada de Fernando fue en Spa, tras el toque con Barrichello, como suele ser habitual en él, espectacular. La situación no era fácil; era muy complicada. Sabía que su carrera había terminado prácticamente en la Parada del Autobús y que sólo optaba a algún mísero punto. Arriesgar era la única opción; uno, dos o tres puntos sabían a muy poco como para conformarse sin pisar a fondo, a pesar de la intermitente lluvia. El resultado fue un accidente. ¿Evitable? Sin duda. ¿Desastroso? No demasiado: Fernando iba noveno para lograr dos puntos. No tenía nada que perder con Lewis Hamilton y Mark Webber en el podio. Si hubiera rodado cuarto, sin duda, no habría arriesgado tanto. Una pena, sin duda, pero la carrera de Alonso no la destrozó él en Rivage a siete vueltas para el final, sino Barrichello en la Parada del Autobús en la primera vuelta. ¿O no? Como siempre, todo depende de cómo veamos el vaso.
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Al final es cuestión de ver la misma pista, la misma carrera y las mismas situaciones desde cristales diferentes. Y si esos cristales están mojados… mejor que mejor.
Esto no es una locura; esto es Fórmula 1
Ni conducto de aire, ni difusores, ni escapes que soplan… Spa ha vuelto a ser protagonista por algo que últimamente se está olvidando en la Fórmula 1: los pilotos. En Fórmula 1 siempre se ha hablado de técnica, de soluciones ingeniosas, de aerodinámica, de inventos en los monoplazas… Pero últimamente nos estábamos aburriendo de tantos tecnicismos, de tantas soluciones al límite de la legalidad, de tantas acusaciones de que un alerón se flexiona un milímetro más de lo permitido, de que el conducto de aire es imprescindible, de que los escapes por aquí, de que el morro por allá…
Ya echábamos de menos el deporte en estado puro, la pericia de los pilotos sobre una pista construida cuando a los deportistas se les valoraba por encima de su montura. Spa se ha encargado de probarlos, regalando esporádicas lluvias para poner a prueba no sólo a los pilotos, sino a los equipos y sus estrategias. El resultado ha sido una carrera memorable, impredecible, bonita y dura, muy dura, que acabó ganando Lewis Hamilton, recuperando el liderato del mundial para desgracia de Red Bull, cuyos pilotos destilaron decepción y bochorno a partes iguales; Mark Webber, arruinando su salida; Sebastian Vettel, con un error garrafal que acabó con la carrera, de rebote, de Jenson Button. Adelantamientos, derrapadas, toques, salidas de pista…
Esto no es una locura; tendemos a decir que ha sido una carrera loca en cuanto caen cuatro gotas, se producen adelantamientos o dos pilotos chocan entre sí. Si realmente fuera así, ojalá la Fórmula 1 estuviera siempre loca y se mantuviera lejos del manicomio. Porque, al final de todo, nos olvidamos de que el dispositivo automático que hace ganar y perder más tiempo, que saca más o menos ventaja por vuelta, que decide una carrera sobre un rival… es el propio piloto. Siempre y cuando la FIA y sus dichosas, absurdas e inoportunas investigaciones no lo impidan.
¿Coche de seguridad o de aburrimiento?
El vaso puede estar medio vacío… o medio lleno. ¿Qué hace el coche de seguridad saliendo a la pista cada dos por tres? Antes, en los 90, a penas hacía acto de presencia. Ayer, en la segunda vuelta, cuando la carrera estaba en pleno auge, con luchas y adelantamientos, con la lluvia desafiando las ruedas lisas de los primeros clasificados, el coche de seguridad saltó a la pista abortando unas primeras vueltas que habrían sido de infarto, con paradas en boxe incluidas.
El motivo era la grúa que estaba sacando de la pista el destrozado Williams de Barrichello, situado justo en la entrada a boxes. En los muchos años que llevamos siguiendo la Fórmula 1 siempre hemos justificado casi cualquier acción en post de la seguridad, sobre todo de los comisarios que trabajan a pie de pista y se juegan la vida. Pero lo cierto es que, en un circuito de siete kilómetros, una bandera amarilla señalizada con suficiente antelación (sobre todo en una zona de baja velocidad como la última curva) quizá hubiera sido suficiente. De hecho, para eso sirve la bandera amarilla: peligro, prohibición de adelantamiento, obligación de reducir la velocidad y extremar las precauciones porque hay un coche accidentado o personal trabajando en la zona.
Pero la bandera amarilla, poco a poco, se va extinguiendo y deja paso, a la menor oportunidad, al coche de seguridad, que siempre altera de forma artificial el desarrollo de la carrera, la distancia ganada por algún piloto o la estrategia de un equipo. Pasó igual en los últimos compases de la carrera, cuando Fernando Alonso se estrelló y su monoplaza quedó cruzado en mitad de la pista. Es verdad que el Ferrari estaba en mitad de la pista y a penas había sitio para que pasara un coche. Pero los comisarios tardaron sólo un minuto en retirarlo del asfalto.
Tres minutos después, ya estaba al otro lado de las protecciones. Aún así, los comisarios mantuvieron el coche de seguridad una vuelta más, es decir, tres minutos y medio innecesarios. En total: siete minutos menos de carrera (tres vueltas de nada más y nada menos que siete kilómetros de longitud: más de veinte kilómetros menos de carrera). Antaño, una bandera amarilla habría sido suficiente. Los pilotos respetaban el peligro y escuchaban los avisos por radio de sus equipos. Reducían en el punto conflictivo y la carrera continuaba en el resto del circuito.
Hoy, sin embargo, sale el coche de seguridad y se carga las últimas vueltas de una carrera emocionante. Como decíamos, comprendemos perfectamente que un coche de seguridad evita sustos o desgracias de las que luego nos arrepentiríamos (recuerden que en Nürburgring, en 2007, Liuzzi casi embistió al propio coche de seguridad con la carrera neutralizada), pero la FIA tiene que comprender que el espectáculo se diluye cada vez que el Mercedes SLS AMG nos roba alguna vuelta de competición.
Salirse de la pista: mejor que ir por dentro
Diez coches no pudieron detenerse a tiempo en la última curva de la primera vuelta. Lewis Hamilton fue el primero en salirse recto, seguido de su compañero de equipo, que luchaba rueda contra rueda con el Renault de Robert Kubica. Por detrás, Felipe Massa y Mark Webber también se saltaron la última chicane de la Parada del Autobús. De todos ellos, sólo Jenson Button trató de enmendar el error recuperando la trazada de forma legal, es decir: en vez de acelerar tirando recto, por la línea más rápida hacia meta, regresó al vértice de la curva para trazar correctamente la entrada a meta. ¿Resultado? Kubica, Massa y Vettel le adelantaron por fuera de la pista.
Algo muy parecido le pasó a Fernando Alonso: al ver el percal y la difícil frenada, controló el monoplaza y evitó salirse, quedándose dentro de la pista esperando para trazar por dentro. Eso le costó ser alcanzado por Rubens Barrichello que, completamente descontrolado, no pudo frenar a tiempo. Paradójicamente, si Alonso se hubiera salido de la pista y hubiera seguido recto, como hizo todo el mundo delante de él, habría evitado la colisión que hipotecó el resto de su carrera. De hecho, ningún coche que se salió de la pista en ese lugar (excepto Barrichello y Alonso por el choque entre ellos) abandonó; alguno que otro incluso ganó algún puesto.
Y, de hecho, Hamilton (el primero en salirse) ganó la carrera. Esto lo cuentas hace quince años y no se lo cree nadie. De seguir esta tendencia en las escapatorias asfaltadas, la FIA debería pintar carriles de aceleración e incorporación a la pista, semáforos, señales de ceda el paso… Absurdo.
La carrera de Alonso terminó en la primera vuelta
La remontada de Fernando fue en Spa, tras el toque con Barrichello, como suele ser habitual en él, espectacular. La situación no era fácil; era muy complicada. Sabía que su carrera había terminado prácticamente en la Parada del Autobús y que sólo optaba a algún mísero punto. Arriesgar era la única opción; uno, dos o tres puntos sabían a muy poco como para conformarse sin pisar a fondo, a pesar de la intermitente lluvia. El resultado fue un accidente. ¿Evitable? Sin duda. ¿Desastroso? No demasiado: Fernando iba noveno para lograr dos puntos. No tenía nada que perder con Lewis Hamilton y Mark Webber en el podio. Si hubiera rodado cuarto, sin duda, no habría arriesgado tanto. Una pena, sin duda, pero la carrera de Alonso no la destrozó él en Rivage a siete vueltas para el final, sino Barrichello en la Parada del Autobús en la primera vuelta. ¿O no? Como siempre, todo depende de cómo veamos el vaso.
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